No hay palabras
Siempre me ha molestado la frase hecha de “No hay palabras”. Para describir lo que siento, para explicarte la experiencia de Dios que he tenido, para contarte lo guapa que era la chica de la que me he enamorado, para hablar de la música o de la pintura. ¡Nunca es verdad que no haya palabras! Lo que ocurre, mucho más a menudo, es que hay palabras de sobra, un exceso de palabras, tantas palabras por decir que nunca encontrarás tiempo o paciencia en los que te rodean para escucharlas.
A veces sí que es aplicable lo de “me faltan las palabras”. Por ignorancia -qué pena-, por pereza, por tener la mente o el alma abrumadas, hay muchos momentos de la vida en que no encuentra uno las fuerzas ni las palabras para hablar. Pero palabras siempre hay. Están ahí dispuestas, esperando a que las hagamos bailar para empezar a existir, para reflejar otra cara de la realidad que describen. Hay palabras, muchas palabras, demasiadas palabras.
A veces pienso que algún día escribiré un libro, que será el fruto maduro de todas las lecturas que he hecho en mi vida, de toda la música, de todos lo dolores y todas las alegrías. Mi mente perezosa y procastinadora colecciona los casos de gente que a la vejez ha dado a luz un libro maravilloso que nadie esperaba, como el autor de “El río de la vida”, de maestros que no empezaron a componer hasta pasados los cuarenta, como Tchaicovsky o pintores como Gauguin. Pero eso también es mentira: el mañana no existe, y eso no es una frase hecha sino una perogrullada. Probablemente moriré pronto, dentro de un día en un accidente de tráfico, dentro de un mes en una mesa de operaciones, dentro de un año en medio de un crisis depresiva, dentro de diez de un ataque al corazón, dentro de treinta de un cáncer o dentro de cincuenta “da morte”, en cualquier caso será pronto y no habré escrito ese libro. En el Cielo no se escriben libros, pero sí se leen una y otra vez con deleite los mejores alguna vez escritos. En el Infierno se odialos que nunca se escribieron, y aquí en el Purgatorio se sufre por los que quedaron sin escribir.